“De lo que tengo miedo es de tu miedo.”
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“De lo que tengo miedo es de tu miedo.”
Para estos días con el tema del AH1N1. Vemos la televisión, conversamos, escuchamos historias ciertas o medio ciertas y empieza a reinar un clima de angustia que no es otra cosa que el temor a lo desconocido.
¿Qué le estamos enseñando a los chicos en el proceso? ¿Cómo manejamos los adultos una crisis? Más allá de lo lamentable de la situación, no hay mejor ocasión para una experiencia de aprendizaje y crecimiento social que una situación de crisis bien manejada.
Pero cuando el miedo es nuestro consejero vamos por mal camino. Sobrevaloramos peligros imaginarios y de repente dejamos de ver otros más reales y patentes. Provoca traer a colación la palabra del Evangelio: “la verdad les hará libres”. Hay que buscar y organizar la información exacta y objetiva, y a partir de allí tomar decisiones.
El miedo nos hace funcionar como corderos que corren en manada por que se sienten más seguros, pero no se dan cuenta que van al abismo. El lobo conoce el miedo de las ovejas y lo utiliza en su provecho. Han sido lamentables las escenas de violencia contra un bus en la frontera entre Chile y Argentina. Y lo que reflejan es eso: ignorancia y miedo. También los comentarios que leemos en los espacios electrónicos de algunos diarios y páginas de noticias. No hay buscar culpables sino soluciones.
Creo que una cosa útil es poner las cosas en su debido contexto: Tenemos una nueva enfermedad dando vueltas. No es de necesidad mortal si se reconoce y trata a tiempo. Tampoco es la primera. Hay otras cepas de influenza viajando por el mundo hace tiempo, y que -sólo en los Estados Unidos, causan la muerte de cerca de 10 000 personas cada año. En el Perú, según el MINSA circulaban ya cinco y sólo en lo que va del año ya han fallecido 119 niños por enfermedades respiratorias y neumonía.
Entonces no se trata simplemente de alarmarse un nuevo virus de influenza sino de poner los medios para que aprendamos a vivir de una manera más sana. Que adquiramos hábitos sociales de prevención que nos protejan de ésta y otras enfermedades. Si todo esto sirve de algo, ojalá que sea para que tomemos mayor conciencia de la importancia de los buenos hábitos de higiene pública y privada. Del cuidado y respeto por la salud del otro. ¿Dónde almorzamos? ¿Qué cuidado damos a los servicios higiénicos? ¿Cómo cuidamos el agua que tomamos? ¿Cuán limpias son nuestras calles y plazas? No vivamos cotidianamente en la cultura lamentable del “así nomás, no pasa nada”. ¡Sí pasa y cuesta vidas!
Miedo nos debe dar sí el pánico, la confusión. Por que dejan huella en el alma de los chicos y los prepara mal para la vida. Ellos tendrán que manejar sus propias crisis y estas experiencias deben prepararlas para ellas. Miedo debe darnos el maltrato gratuito a la privacidad y dignidad de personas que cometieron el “delito” de enfermarse. ¿Qué aprenden los chicos del trato que dan los medios a las noticias? Miedo debe darnos sino invertimos en la salud, alimentación y vivienda básica de nuestros niños ahora, por que entonces el futuro estará comprometido.
¿Qué me asusta de verdad?
Que el dengue regresó a Lima el 2000 después de 60 años y que todavía no lo hemos erradicado. El famoso “quebrantahuesos” de los países pobres e insalubres. Cada año infecta a 100 millones. ¿Por qué estamos todavía en la lista? Me asusta la hepatitis B y los 50 000 niños que están amenazados de convertirse en portadores crónicos en los próximos los años; la Malaria y todas esas enfermedades infecciosas que siguen cobrando vidas gracias a nuestros malos hábitos de higiene. ¿Tienen importancia? Son el 30% de la causa de muertes en el país. Más que el cáncer o los ataques al corazón. Si todo el revuelo que estamos viviendo sirve para que enfrentemos de una vez por todas como sociedad estos flagelos, entonces valdrá la pena lo vivido.
La salud pública es una con la educación la cultura de un pueblo. No es sólo un tema de médicos. Es un tema de padres conscientes. De maestros responsables. De autoridades que cumplen su función.
Importa mucho entonces la moral y la decisión colectiva de enfrentar el reto. Y aquí ya nos hemos demostrado de lo que somos capaces. Tuvimos el cólera en el ‘91 y lo vencimos. Era una enfermedad que llegaba para quedarse y fuimos probablemente el primer país en el mundo que lo derrotó. Podemos cuando queremos hacer las cosas. Sin miedo. Con información y decisiones adecuadas. Creo que por ahí tenemos que ir.
¿Qué le estamos enseñando a los chicos en el proceso? ¿Cómo manejamos los adultos una crisis? Más allá de lo lamentable de la situación, no hay mejor ocasión para una experiencia de aprendizaje y crecimiento social que una situación de crisis bien manejada.
Pero cuando el miedo es nuestro consejero vamos por mal camino. Sobrevaloramos peligros imaginarios y de repente dejamos de ver otros más reales y patentes. Provoca traer a colación la palabra del Evangelio: “la verdad les hará libres”. Hay que buscar y organizar la información exacta y objetiva, y a partir de allí tomar decisiones.
El miedo nos hace funcionar como corderos que corren en manada por que se sienten más seguros, pero no se dan cuenta que van al abismo. El lobo conoce el miedo de las ovejas y lo utiliza en su provecho. Han sido lamentables las escenas de violencia contra un bus en la frontera entre Chile y Argentina. Y lo que reflejan es eso: ignorancia y miedo. También los comentarios que leemos en los espacios electrónicos de algunos diarios y páginas de noticias. No hay buscar culpables sino soluciones.
Creo que una cosa útil es poner las cosas en su debido contexto: Tenemos una nueva enfermedad dando vueltas. No es de necesidad mortal si se reconoce y trata a tiempo. Tampoco es la primera. Hay otras cepas de influenza viajando por el mundo hace tiempo, y que -sólo en los Estados Unidos, causan la muerte de cerca de 10 000 personas cada año. En el Perú, según el MINSA circulaban ya cinco y sólo en lo que va del año ya han fallecido 119 niños por enfermedades respiratorias y neumonía.
Entonces no se trata simplemente de alarmarse un nuevo virus de influenza sino de poner los medios para que aprendamos a vivir de una manera más sana. Que adquiramos hábitos sociales de prevención que nos protejan de ésta y otras enfermedades. Si todo esto sirve de algo, ojalá que sea para que tomemos mayor conciencia de la importancia de los buenos hábitos de higiene pública y privada. Del cuidado y respeto por la salud del otro. ¿Dónde almorzamos? ¿Qué cuidado damos a los servicios higiénicos? ¿Cómo cuidamos el agua que tomamos? ¿Cuán limpias son nuestras calles y plazas? No vivamos cotidianamente en la cultura lamentable del “así nomás, no pasa nada”. ¡Sí pasa y cuesta vidas!
Miedo nos debe dar sí el pánico, la confusión. Por que dejan huella en el alma de los chicos y los prepara mal para la vida. Ellos tendrán que manejar sus propias crisis y estas experiencias deben prepararlas para ellas. Miedo debe darnos el maltrato gratuito a la privacidad y dignidad de personas que cometieron el “delito” de enfermarse. ¿Qué aprenden los chicos del trato que dan los medios a las noticias? Miedo debe darnos sino invertimos en la salud, alimentación y vivienda básica de nuestros niños ahora, por que entonces el futuro estará comprometido.
¿Qué me asusta de verdad?
Que el dengue regresó a Lima el 2000 después de 60 años y que todavía no lo hemos erradicado. El famoso “quebrantahuesos” de los países pobres e insalubres. Cada año infecta a 100 millones. ¿Por qué estamos todavía en la lista? Me asusta la hepatitis B y los 50 000 niños que están amenazados de convertirse en portadores crónicos en los próximos los años; la Malaria y todas esas enfermedades infecciosas que siguen cobrando vidas gracias a nuestros malos hábitos de higiene. ¿Tienen importancia? Son el 30% de la causa de muertes en el país. Más que el cáncer o los ataques al corazón. Si todo el revuelo que estamos viviendo sirve para que enfrentemos de una vez por todas como sociedad estos flagelos, entonces valdrá la pena lo vivido.
La salud pública es una con la educación la cultura de un pueblo. No es sólo un tema de médicos. Es un tema de padres conscientes. De maestros responsables. De autoridades que cumplen su función.
Importa mucho entonces la moral y la decisión colectiva de enfrentar el reto. Y aquí ya nos hemos demostrado de lo que somos capaces. Tuvimos el cólera en el ‘91 y lo vencimos. Era una enfermedad que llegaba para quedarse y fuimos probablemente el primer país en el mundo que lo derrotó. Podemos cuando queremos hacer las cosas. Sin miedo. Con información y decisiones adecuadas. Creo que por ahí tenemos que ir.
Sandra Judtih Calderón Pi- Cantidad de envíos : 25
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